Herediano fue un equipo ordenado y sumamente concentrado durante la mayor parte del encuentro, en el que no regaló un solo centímetro. Ahora, tener el marcador empatado le da una tranquilidad enorme para enfrentar la vuelta en su casa, un estadio Eladio Rosabal Cordero que nadie ha logrado conquistar en este certamen.
El técnico florense Marvin Solano planteó un equipo que durante un gran trayecto del partido supo esperar, jugar con la obligación manuda de sacar un buen resultado en casa, pero sin olvidar que lo suyo es el fútbol de toque. Óscar Ramírez intentó repetir el ataque directo que utilizó en la semifinal ante Saprissa, pero no cosechó los frutos de esa noche. El de ayer no es, a todas luces, el resultado que esperaban los rojinegros.
Para muchos, llegar al Rosabal Cordero empatado en el marcador global podría verse casi como media lápida para los liguistas. Aunque si hay alguien ha demostrado que puede echar por tierra cualquier pronóstico reservado en una final, ese es el Machillo.
Enfrente tiene ahora la dura tarea de derrotar al campeón nacional en su casa, o quizás alargar la serie hasta los tiempos extra y los cobros de penal, algo que no es nuevo para él en las finales. Es claro que para lograrlo tendrá que mostrar una cara distinta a la de anoche, una que le permita tener mayor presencia en el arco y soportar el huracán que suele ser el Herediano en su casa.
La moneda está en el aire, cierto, pero es difícil no imaginar que anoche, cuando terminó el primer juego de esta nueva final entre manudos y florenses, había más sonrisas en el camerino herediano que en el de sus rivales.
Fuente y foto: nacion.com