El partido final del Torneo de Copa resultó muy agradable. Llegaron a la última instancia dos equipos que se lo tomaron realmente en serio. Por eso crecieron. Saprissa acentuó en la gramilla natural de la Joya de La Sabana el estilo de toque y velocidad que Ronald González, su director técnico, ha venido proponiendo.
Carmelita reiteró en el césped la filosofía y el rezo de Guilherme Farinha, inculcándoles la fe a sus pupilos y el sistema de picardía y vértigo que aspira a consolidar. La iniciativa fue de los verdolagas. En cuestión de 20 minutos ya habían frecuentado las cercanías de Donny, gracias a la velocidad que imprimían por los costados Bryan Solórzano y Ronny Mora. Inquietos. Anhelantes. Escurridizos
Las respuestas del Saprissa emergían del talento innegable de Diego Estrada. Con toque y proyección, el “21” tibaseño fue el arquitecto de los suyos, bien secundado por los incansables Yeltsin Tejeda, Manfred Russell y Mynor Escoe.
Los contendientes se repartieron la jerarquía en los primeros 45 minutos; de buen fútbol en general, salvo las expulsiones tempraneras y bien justificadas de David Ramírez y de Mario Camacho, de Saprissa y Carmelita, a los 10 y 21 minutos, respectivamente.
En la segunda etapa, la alternabilidad en las escenas continuaron y el público se manifestó complacido por acciones bien concebidas. Cada quien con su propuesta, González y Farinha también montaron su pulso particular.
Uno es inquieto, nervioso, apasionado; el otro, juicioso, observador. Y claro, vehemente, también. Cuando el árbitro Hugo Cruz sopló el último pitazo, se habían jugado 120 minutos de alternabilidad y equilibrio. No bastaron las buenas actuaciones de los novatos carmelos Solórzano y Mora, ni las hábiles incursiones de Estrada (relevado por Mauricio Castillo) y sus socios, para abrir la cuenta.
Por eso llegó la definición de los penales. Donny emergió como el primer actor y salió en hombros. Marco hizo lo que pudo y cargó con el revés. Así es un arquero. A veces ángel, a veces fantasma.
Fuente y foto: nación.com